martes, 13 de octubre de 2015

Despojo 30 - Comedia romántica - Por Carlos Álvarez Calleja

Original: http://calvarez-c.tumblr.com/post/131077835394/comedia-rom%C3%A1ntica

Jose va de un sitio a otro del recinto, se cruza y choca con caras desencajadas, bocas apretadas, cuerpos en movimiento iluminados por fugaces ráfagas de luz. Rebota de un lado a otro como si fuera una bola de billar. Quiere parar y sentarse, tomar conciencia; pero es incapaz. Además, no hay sitio. Cada milímetro del espacio por el que se mueve está ocupado por un cuerpo, una espalda, un torso; brazos alzados y piernas rápidas, tan fugaces como las luces que las iluminan. Da igual tener los ojos abiertos o cerrados. Los cierra. Sigue chocando. Su cuerpo llenándose del sudor de otros; del suyo propio. Suspira por un metro cuadrado libre. Sigue con los ojos cerrados. Ya no levanta los brazos al ritmo de la música. La escucha, pero le es ajena, como si fuera el hilo musical de una sala de espera. Un hilo musical estruendoso. Ahora se queda quieto. Se deja balancear por los tsunamis que surgen al ritmo de la música, de los bits encadenados. Sigue añorando un metro cuadrado libre. Se lo imagina fresco, de tierra húmeda, con olor a lluvia recién caída; un águila pasa por encima; el silencio es tal que casi puede escuchar el crepitar de los rayos de sol chocando en su piel. Necesita beber, pero no puede abrir los ojos. Mira hacia arriba: el águila sigue planeando, el sol cae con fuerza, cada rayo lo siente como un látigo que le atiza. El águila no es un águila: es un buitre. Cada vez planea más bajo, casi le roza. Se agacha e intenta escarbar. La tierra está húmeda. Si escarba mucho encontrará agua, el buitre se irá. Nota como algo le agarra de la camiseta. Es el buitre. Nota sus garras en la espalda; los arañazos. Se lo lleva volando. Ha oscurecido. Cree que es el final. De repente llueve; tanto que apenas puede respirar. El agua le entra por la nariz, por la boca. Sigue sujeto por el buitre. Huele a tierra mojada. Huele a su pueblo, a su abuelo. Casi es capaz de verlo. Estoy contigo, piensa. Ya he llegado. Ya está.

Ahora está sentado en un portal. Tiembla mientras fuma un cigarrillo. El pelo continúa húmedo. Mira al suelo fijamente; la boca cerrada: le duele la mandíbula. Da leves tragos a una botella de agua. A su lado nota una presencia.

—  Me llamabas Ceferino— dice una voz de chica.

—  Ya. Y antes creía que eras un buitre.

La mira de soslayo. Es morena y parece bajita; lleva unas gafas de pasta negras grandes, y una camiseta también negra; no lleva chaqueta, está curvada hacia delante, con los codos apoyados en las piernas, y nota su espalda al aire, ve algunos tatuajes, también en el brazo que está a su lado, que casi le roza. También fuma. Ambos apagan el cigarrillo en el suelo a la vez, como si estuvieran sincronizados. Jose tiene ganas de abrazarla; para entrar en calor, y porque la siente cerca. También se siente en deuda: le ha salvado de un mal viaje. Quiere abrazarla pero no sabe ni su nombre.

—  ¿Cómo te llamas?

—  Ceferina.

Se miran y sonríen. Por primera vez le ve los ojos: marrones tras las gafas negras. Es guapa, piensa, y me ha salvado.

—  Ana, me llamo Ana.

—  Yo soy Jose.

Enciende otro cigarrillo. Vuelve a beber agua.

—  Gracias, Ana— le dice sin levantar la vista del rojo incandescente del cigarro—.

Su corazón tiembla. Intuye que es por la droga, que todavía viaja por su cuerpo: a la motocicleta que le ha llevado a ver a su abuelo todavía le queda gasolina.

—  ¿Quién es Ceferino?

—  Mi abuelo. Murió hace poco.

—  Lo siento.

—  Ya… gracias.

No quiere que se vaya, pero no sabe cómo retenerla. Mira hacia el cielo para apoyar la espalda en la puerta del portal; ella le sigue en el movimiento, lo ve al mirarla de reojo. Siente vergüenza, o algo parecido; no puede girarse y mirarla, hablarle con normalidad. La mañana se está abriendo paso, la luz entra por el estrecho callejón. Unos metros más arriba, la gente entra y sale de la discoteca. Ríen, fuman, hablan.

—  Creo que me vendría bien comer algo. ¿Puedo invitarte a desayunar?

—  Lo siento: la comedia romántica no va a acabar bien.

—  Sólo un desayuno; te lo debo.

—  No hace falta. Hice lo que tenía que hacer. Estabas fatal.

—  Ya…

Siguen en silencio. Mira a Ana. Ella mira hacia la discoteca.

—  Solemos venir aquí. Nos ponemos hasta arriba. Hasta arriba. Perico, pastillas; todo lo que cae en nuestras manos, va para adentro. No nos preocupa nada. Así cada fin de semana. Cada noche me tiro a uno, en cualquier sitio. Da igual —Jose la mira: sus ojos están perdidos, mira hacia la discoteca; la observa como habla despacio, buscando las palabras, pensándolas; habla como si estuviera escribiendo, piensa Jose—. Esta noche era igual. Igual. La misma gente, la misma droga… la misma mierda. Los chicos que se me acercan, me soplan, me lamen el cuello, me meten pastillas en la boca, con los dedos, o con su propia lengua; yo las trago como podría tragar su semen —hace una pausa; Jose no dice nada, mira al suelo mientras fuma; no sabe qué pensar, qué decir; quiere excitarse, pero no es capaz—. ¿Sabes? —le mira a los ojos, Jose le sostiene la mirada—, he estudiado una carrera: Historia. Tengo una familia totalmente estructurada, culta, de clase media alta. Con mis padres iba al cine, al teatro, a cenar a sitios buenos; leía mucho, salía a bailar con mis amigas, ligaba, sí, pero algo light, muy soft… Yo no debería estar aquí; mi sitio es otro, no sé cuál es, pero es otro; no es este portal, esta calle. No sé qué busco. He decepcionado a todo mi entorno, y lo más curioso es que no sé por qué, por qué lo hago: ya ni siquiera me divierte. Salgo, me drogo: ya está. Lo hago. Y de repente te he visto a ti de rodillas en medio de la pista, rascando el suelo como si intentaras hacer un agujero. Mirabas hacia arriba asustado, como si te persiguiera algo. Joder, me he dicho, este tío va fatal. Nada más verte se me ha pasado el pedo; radicalmente. Entonces te he ayudado. Tenía que hacer algo contigo. Es como si al ayudarte me estuviera ayudando a mí misma, no sé si me explico: una especie de salvación, como si me redimiera de todos los pecados que he cometido, que han sido muchos.

Jose deja de mirarla. Se centra en la botella de agua. No sabe el porqué, y no sabe si será capaz de preguntarlo, de la confesión, pero le ha dejado atónito; le ha descolocado, como si la noche le hubiera puesto un desafío, algún enigma que resolver. Tiene una historia, piensa. Es joven, es guapa, es inteligente, y desperdicia su vida. Él no tiene historia; no desperdicia su vida, quizás porque no la tiene. Hace su vida, su vida plana: nada hay reseñable. Nació, creció, estudió, trabaja, se reproducirá y morirá. Nada más. Nada más allá. Ella en cambio ha roto con algo, piensa. Aunque dice que no encuentra sentido, para él lo tiene. Se ve incapaz a su lado; se siente mínimo, insignificante. Él sólo va a esa discoteca de vez en cuando, se droga de vez en cuando. Hoy lo hizo de forma exagerada tratando de desconectar, de esquivar una pena, de sobreponerse al dolor. El método ha sido erróneo, pero no es una rebeldía. Nunca lo ha sido en su caso. Una forma de ser, más bien, de estar en el mundo: emborracharse con frecuencia, drogarse de vez en cuando, intentar ligar. Es lo que se espera. Tendrá hijos, se casará; se enamorará. ¿Es la vida de ella el reverso?, se pregunta, ¿ese tipo de vida es lo que le espera si rompe? ¿Hay otra salida, un plan C? No lo sabe. No quiere saberlo, se teme. La vida se le va, siente en ese momento. Bueno, qué se vaya.

Siguen en silencio. No se miran.

—  ¿Puedo apoyar la cabeza en tus rodillas?—le pregunta Jose—.

—  Sí, si quieres…

Apoya la cabeza. Su mirada se queda fija en la acera, las rodillas juntas, las manos entre las piernas. La posición fetal le hace sentirse cómodo. Suspira. Ella le acaricia el pelo.

—  Voy a imaginar que estamos enamorados. Que hemos vencido—dice Jose—.

—  El final feliz de la comedia romántica.


miércoles, 9 de febrero de 2011

Despojo 29 - Quedar en el metro

Nunca me había sentido así. La felicidad era tan fuerte que la podía mascar.
Vivíamos sumergidos en una atmósfera eléctrica, donde ninguna palabra pasaba desapercibida, donde lo más superficial era emocionalmente trascendente, donde hasta las pequeñas cosas las veíamos como enormes montañas que saltábamos con solo dos pasos. No había aburrimiento ni rutina. Quedar en el metro era una fiesta, ir a por el pan un festival. Estar un fin de semana en casa eran unas vacaciones en París, subir a la azotea una excursión a la selva y dormír abrazados navegar en una balsa a la deriva.
Pero no recuerdo como, ni porqué, ni siquiera cuando, pero todo eso pasó. Y ahora todo vuelve a estar muy oscuro.
El último que apague la luz.

lunes, 31 de enero de 2011

Despojo 28 - La cena

Hoy es lunes.
Hemos quedado a cenar. Todo ha empezado bien y ha seguido mejor.
El restaurante era precioso, la comida buena y con un punto de sofisticación. El servicio fue educado y atento. Durante la cena hablamos de todo. Nos contamos confidencias, nos reímos con complicidad, le gustó mi humor y me encantó su risa.
La invité. Después la acerqué a su casa. Al bajar del coche la acompañé hasta la puerta. Pensé que sería un buen momento para intentar besarla.
Me dijo que le había gustado mucho la cena. A mi también Te llamo un día Claro cuando quieras
Abrió el portal y desapareció dentro.
Hoy hace un mes.

Despojo 27 - Probando

Seguimos probando.
Vamos a conciertos y follamos, pero nunca quedamos solos, siempre hay más gente.
Ayer la vi en un bar. Joder, estaba con un tío y no estaban hablando.
Parece que no estoy pasando la prueba.
Hay que joderse.

jueves, 27 de enero de 2011

Despojo 26 - La visita

Mi hermano es un camello. Tratar con él nunca ha sido fácil. Durante los últimos meses el cáncer ha ayudado a que fuéramos hermanos por primera vez. Y última vez.
He llegado al hospital, voy a pasar la noche con él. Cuando llego sale una rubia vestida como si fuera una puta. Sale riendo de la habitación, pero en cuanto empieza a andar por el pasillo se le cambia la cara y casi empieza a llorar.
Se para y comprueba una cosa que lleva en el bolsillo.
No es difícil adivinar lo que es. Lo primero es lo primero.

Despojo 25 - You & yo

Las inglesas son feas y ella no era una excepción.
Era delgada, muy blanca, deshilachada, rozando la dejadez.
Pero me relaja su dejadez. Y me gustan sus grandes ojos marrones.
Ese día vino llorando porque en el trabajo le habían dicho que si no le daba verguenza no cuidarse más, que daba verguenza como vestía, que daba verguenza que la vieran los clientes.
De repente fue consciente de las carencias que nunca le habían importado.
Estuvo una hora llorando en el sofá.
Me acerqué. Suavemente le di un beso en la mejilla.
Por favor mírame. Solo importamos you & yo, escúchame, solo tú & me.
Funcionó. Me miró y dejó de llorar. La visita a Fanny tendrá que esperar.

domingo, 23 de enero de 2011

Despojo 24 - Calla

A Fanny le pago con coca. Le dejo un gramo y otro de propina en el cajón de la entrada.
Entro. Está en el salón. Me ve y se ríe aunque sabe que no la puedo acompañar en su risa.
Se levanta del sofá y viene hacia mí, riendo y agitando su pelo hacia atrás.
Solo lo sabe ella. Ni siquiera lo saben mi novia y mi hermano.
¿Que signo eres? Calla...................ven.
Me coge por la chaqueta y tira de mi hacia la habitación.
Y en ese momento me pongo sensible y pienso en qué será de la gente a la que le paso coca.


sábado, 22 de enero de 2011

Despojo 23 - Mi signo

Nunca he entendido bien los signos del zodíaco. Seguramente ha sido por falta de interés.
Espero no dejarme ninguno: Sagitario, capricornio, tauro y aries.
Géminis, escorpio, escorpio, escorpio, leo, virgo, libra y piscis en su acuario.
Pero el médico dijo cáncer.
¿Me queda mucho? Me temo que no.

jueves, 13 de enero de 2011

Despojo 22 - Al otro lado del espejo

Estoy tumbado en la cama. Aparecen en mi cabeza pensamientos sin sentido, pero de una extraña coherencia. Siempre es así, es el paso previo a dormirme. 
Me despierta la música del teléfono. Me hablas, me gritas.
Todavía faltan unos segundos para que olvide esos extraños pensamientos.
En ese momento no sé a que lado del espejo está lo que escucho y lo que recuerdo. Cierro los ojos. Espero con paciencia a que una de las dos cosas desaparezca.

Despojo 21 - Ese Reloj

Tengo el mismo despertador desde hace 40 años.
Hace un rato que se ha ido el chaval que viene tres días por semana.
El reloj se para. Lo muevo, pero sigue sin funcionar.
Me angustio, el tictac me hacía mucha compañía.

martes, 11 de enero de 2011

Despojo 20 - Es así

Fanny es así.
Hay que dejar el dinero en un mueble de la entrada. En un cajón sin cerradura.
Está en el salón. Cuando me ve, echa el pelo rubio para atrás y se ríe mientras se acerca.
Después ya no me vuelvo a sentir mal hasta que salgo por la puerta.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Despojo 19 - Un buen plan

Ayer todo iba a ser perfecto.
Primero veríamos una película en el cine y después cenaríamos en casa.
Pero en el cine no se podía fumar y nos quedamos fuera un rato pasando frío.
La película no le gustó.
Al llegar a casa fue difícil aparcar. Gritó que para qué habíamos ido al cine en coche.
En la cena me pidió que quitara la música porque le dolía la cabeza.
Empezamos a discutir sobre un tema que no me interesaba.

Esa noche no-dormí acurrucado en el sofá.

Despojo 18 - El gran día

Ese día supe que no iba a ser lo que quería ser.
Y que no iba a conseguir lo que quería conseguir.
Pero no pasa nada. Los demás están igual.
Así que adelante. Adelante Bonaparte.

Despojo 17 - El semáforo

El semáforo no se había dado mal, hoy daba para varias dosis. Llegué al apartamento. A ella también se le había dado bien y me había guardado una de sus dosis.
Me miró contenta. ¿Que tal te ha ido hoy en el semáforo? 
Muy mal.

Despojo 16 - Allí y no aquí

Un extraño masoquismo me impide dejar de mirarles. Aprovecho los reflejos de los espejos y los huecos de las cortinas para mirar todo lo que no pudo ser y ahora es. Me voy a casa desbordado, suavemente triste, buscando de nuevo un abrazo del caro plástico de O eterna.

lunes, 4 de octubre de 2010

Despojo 15 - Invierno

Hace un buen día. Estoy sentado en el jardín esperando que venga mi primo. Siempre vamos juntos en bicicleta. Es un poco mayor que yo pero nos llevamos bien.

Se acerca un hombre mayor. No le conozco y siempre me dicen que no hable con desconocidos. Le pongo mala cara, pero se sigue acercando.

Venga papá es hora de descansar

Me cuesta levantarme pero me ayuda con cuidado. Me sienta en una mecedora y me quedo dormido.

martes, 21 de septiembre de 2010

Despojo 14 - Concierto

El día que cumplí veinte años me dijo de ir juntos a un concierto. Le dije que no. Que a los conciertos prefería ir con mis amigos para pasarlo bien y no para estar dándome besitos con una chica.

Se levantó de la mesa, me llamó gilipollas y se fue. Me acabé la caña y también me fui. Me sentía mal. Siempre me pierde la boca.

No quedábamos pero íbamos a los mismos bares. Cuando nos encontrábamos, al final de la noche acabábamos en su coche. Allí follábamos con rabia protegidos por los cristales empañados.

Me quedé pensando en como arreglarlo.
Lo primero era pedir su móvil y su nombre a algún amigo.

Despojo 13 - La mujer de mis sueños

La mujer de mis sueños siempre aparece cuando sueño con mi utopía particular.

En ella estoy viendo el fútbol tumbado en el sofá. Es verano, estoy en calzoncillos con una cerveza en la mano y rascándome los huevos con la otra. Cuando mi equipo está a punto de marcar un gol, aparece y empieza a discutir conmigo en una discusión borgiana y circular que no tiene fin.
A final todo lo que nos rodea se difumina. Solo quedamos los dos discutiendo durante horas.
Me despierto cubierto de sudor.
Por suerte solo es un sueño.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Despojo 12 - Genial

Acababa de cumplir veinte años. Después de unas cuantas cervezas intenté besarla.
Me dijo que no, que lo sentía, que lo pasaba muy bien conmigo, que era genial ir juntos a conciertos y a todas partes, pero que era mejor no pasar de ahí para no estropear nuestra amistad.
Me levanté y me fui. Estaba confundido y enfadado.
El fin de semana fuimos juntos a un concierto. Estuvo genial. Pero nada.
Hay que joderse.

Despojo 11 - Un beso para la bella durmiente

Aunque sea un solitario militante a veces necesito estar con una mujer.
Ahora ella está a mi lado en la cama. Me inclino cariñosa y lentamente sobre ella. Parece dormida, me recuerda a la bella durmiente. Como si yo fuera el príncipe del cuento, le doy un profundo beso para despertarla. Pero no se despierta.

Ya hemos acabado. La guardo en el cajón del armario. Lo que más me gusta de ella es el suave tacto de su piel. Está muy conseguido.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Despojo 10 - Lluvia

Estaba con mis amigas en un café de la plaza del Dos de Mayo. Era abril y llovía.

- Lo hemos dejado esta semana ¡Venga ya! ¿Otra vez? Seguro que sigues colgada de él Esta vez lo hemos dejado de verdad Siempre dices lo mismo xD Déjala, no la agobies Ya verás cuanto tardan en volver.

Cuando llevábamos una hora entró por la puerta. Iba vestido con un traje negro y una camiseta azul del bar donde nos habíamos conocido. Su pelo rebelde brillaba negroazulado por la gomina. Se acercó a nuestra mesa, me cogió suavemente de la mano y me dijo al oído si podía decirme algo privadamente.

Salimos del café hacia el centro de la plaza. Se puso los cascos del iPad y me pasó otros para mi. Empezó a sonar nuestra canción favorita. Mientras la lluvia nos empapaba, empezamos a bailar juntos con su cara apoyada en mi hombro.

Le mordí el lóbulo de la oreja con tanta rabia que casi se la arranco y salí corriendo.
No volví a ver más a ese camello.

martes, 14 de septiembre de 2010

Despojo 9 - El ascensor

Había estado toda la tarde vigilando a la sudamericana sin ningún resultado y pasaba por casa para cambiarme y visitar a Fanny.

Estaba esperando el ascensor cuando llegaron una vecina mayor con un perro pequeño, el vecino del cuarto y una chica joven. La chica empezó a acariciar el perro. El hombre preguntó a la mujer por sus hijos. Empezaron a hablar sobre temas de la comunidad. Alguien dijo algo gracioso y todos rieron.

Durante la espera nadie intentó hablar conmigo, ni siquiera me miraron.
Me sentí como si no existiera. Sentí una fuerte, intensa y casi física sensación de soledad.

La puerta del ascensor se abrió.
No cabemos todos. Sube tú, nosotros ya subimos en el siguiente.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Despojo 8 - El Cubo

Soy un jodido cubo plástico amarillo, depósito de los despojos reciclables de los hombres. Pero tengo una cualidad porque mi Dios, el Dios de los cubos amarillos me otorgó el don de la lectura. Harto de leer prospectos, composiciones alimenticias y etiquetas de productos, un día un hombre herido y borracho me volcó, me pateó pero tuvo el gesto sublime de lanzar al fondo de mi mismo un ejemplar de la metamorfosis.

Ahora me digo que si un día Gregor Samsa se despertó convertido en un insecto enorme, quizás yo un día amanezca mutado en un depósito azul y gris donde los seres humanos abandonan a veces pequeños despojos, ay, de literatura radiante.

Despojo 7 - Mañana

No sé cuando todo empezó a ir mal. Sé que hubo un momento que marcó un antes y un después, pero no consigo localizarlo en el tiempo. Sobre la mesilla de noche están las pastillas blancas, junto al vaso de agua y no puedo evitar pensar lo graciosa que me resulta ahora mismo la frase "ahogarse en un vaso de agua".

Miro las pastillas. Cierro los ojos. Quizá mañana.

Despojo 6 - Televisión

Lo malo de la soledad militante es que estás solo. Parece una tontería pero no lo es.

Tiene ventajas como la independencia, la disponibilidad del tiempo, no negociar nada con nadie y, por supuesto, el sexo, con tu ritmo, tus fantasías y sin concesiones a terceros.
 
Pero la soledad militante es egoísta. Solo nos relacionamos con otras personas cuando lo necesitamos, pero cuando nos necesitan nunca estamos, siempre hay otras prioridades que atender.

Pero por suerte, a los solitarios siempre nos queda la televisión que nos hace compañía y nos permite disfrutar de la miseria humana sin exponernos a ella.

Por suerte.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Despojo 5 - Videojuegos

Luis Argudo tiene 32 años y no tiene amigos. Su poca necesidad de relacionarse la cubren sus compañeros de trabajo y su familia. No necesita más.

Desde pequeño solo le importan los juegos de ordenador. Vive solo en un piso donde ha convertido el salón en una sala de juegos gigante, con proyectores que cubren tres paredes con la pantalla del juego al que esté jugando.
Cuando se pone los cascos y los proyectores empiezan a bombardear 120 imágenes por segundo, el mundo real desaparece y él se convierte en destroyer349, uno de los más temidos y respetados jugadores de la red.
En ese mundo virtual él es alguien, todo el mundo le conoce y todos quieren jugar en su equipo. Da igual que juegue a carreras de coches, a matar a todo lo que se mueva o a baloncesto. En los juegos de acción es el mejor y no tiene rival, ni siquiera los jugadores chinos pueden con él.

Viviendo así es feliz. No hay hueco en su vida para ninguna mujer.
Por eso visita a Fanny cada quince días.
No necesita más.

martes, 31 de agosto de 2010

Despojo 4 - Ángeles del metro

Iba en metro hasta donde trabajaba la sudamericana. Ella no tenía coche y me sería más cómodo seguirla. Enseguida los vi. Eran un hombre y una mujer yonkis sentados al fondo. Bien vestidos, pero yonkis. Se levantaron y se movieron hacia el centro del vagón. Me tensé.

Las puertas se abrieron y se empezaron a oír gritos. El tío al que habían robado la cartera se había dado cuenta y gritaba como si estuvieran degollando a un cerdo. Los dos salieron corriendo pero en el andén había cuatro seguratas como cuatro armarios. Uno agarró a la chica por la cintura y la tiró contra la pared. Rebotó con el hombro y al caer al suelo se abrió su bolso. Rodaron por el andén varias carteras y una jeringuilla.

El hombre parecía escapar pero apareció un armario que le golpeó en la boca del estómago. Se quedó doblado y sin respiración. De un empujón fue a parar al suelo donde estaba la chica. Enseguida los rodearon y les empujaron para que se quedaran pegados contra la pared del andén. El hombre abrazó a la chica protegiéndola con su cuerpo. Allí tirados y abrazados uno con el otro me parecieron ángeles desdentados caídos del cielo.

Me quedé mal. Aunque no me sobraba la pasta, esa noche iba a necesitar algo parecido a cariño. Pensé que más tarde llamaría a Fanny.

lunes, 30 de agosto de 2010

Despojo 3 - Vuvucela

El despertador sonó con el ruido de una vuvucela. Siempre lo dejo a dos metros para levantarme y no volver a dormirme. Me senté un rato en el borde de la cama con la cara apoyada entre las manos. Me levanté. Abrí la nevera. No había leche. Solo había café para una taza. Hice sitio en la mesa y me senté en el sofá. Crucé los brazos sobre la tripa y me balanceé adelante y atrás mientras me tomaba el café.

Miré en el móvil si había mensajes o correos. Nada. Solo tenía un caso. Un viejo imbécil quería que investigara si su chica sudamericana le ponía los cuernos.
Al viejo me había recomendado su nuera. Hace un tiempo ella me había contratado para seguir a un empleado que llevaba unos meses de baja. Me la follé. Tenía gracia que me contratara el viejo para ver si su chica le ponía los cuernos después de ponérselos yo a su hijo.

Me puse en marcha, iba a ser un día aburrido.

lunes, 23 de agosto de 2010

Despojo 2 - Hora Punta

El vagón estaba totalmente lleno de gente. Alargué la mano para agarrar la barra de hierro y no perder el equilibrio. Empecé a mirar a la gente que el azar había puesto a mi alrededor y observé a la chica que tenía delante pegada a mi.
No era mi tipo pero era por la mañana y mi cuerpo estaba despertando. Tuve una erección feroz e incontrolable, mientras el brusco deseo sexual me contraía bruscamente el estómago y casi me mareaba.
En pocos segundos recobré el control y la verguenza provocó que me ardieran las mejillas y me pusiera rojo. Era difícil, pero conseguí poner el maletín del ordenador portátil delante de mi entrepierna. No sé si ella notó algo.

En la siguiente estación se bajó todo el mundo y me quedé solo en mitad del vagón, como un espantapájaros roto, abandonado y avergonzado pero con una intensa necesidad de aliviarme.

Despojo 1 - Pilar y yo

Es difícil centrar tu pensamiento cuando hace tan solo media hora que te has metido un pico.

Estaba tirado destartaladamente sobre un sofá sucio y roto que habían abandonado junto a los contenedores y Pilar estaba sentada en el suelo con la mirada perdida y la cabeza apoyada sobre mi pierna.

La miré y acaricié su mejilla. No fue gran cosa y ni siquiera se enteró, pero fue la mayor muestra de amor que tuve nunca por nadie.