miércoles, 9 de febrero de 2011

Despojo 29 - Quedar en el metro

Nunca me había sentido así. La felicidad era tan fuerte que la podía mascar.
Vivíamos sumergidos en una atmósfera eléctrica, donde ninguna palabra pasaba desapercibida, donde lo más superficial era emocionalmente trascendente, donde hasta las pequeñas cosas las veíamos como enormes montañas que saltábamos con solo dos pasos. No había aburrimiento ni rutina. Quedar en el metro era una fiesta, ir a por el pan un festival. Estar un fin de semana en casa eran unas vacaciones en París, subir a la azotea una excursión a la selva y dormír abrazados navegar en una balsa a la deriva.
Pero no recuerdo como, ni porqué, ni siquiera cuando, pero todo eso pasó. Y ahora todo vuelve a estar muy oscuro.
El último que apague la luz.